LAS LANGOSTAS EL LABRADOR Y LAS
ARAÑAS
Era un mes de Abril
muy lluvioso donde la primavera fluía colores con todo su esplendor y donde lo
verde prevalecía sobre el resto.
Por caminos
embarrados caminaba el labrador con albarcas, que era el calzado en aquella
época, le costaba despegarlas del suelo debido a lo arcilloso del terreno, pero
su ilusión viajaba ya por los senderos de Mayo, donde era normal ver amaneceres
de espigas muy hermosas ellas, con sus raspas erguidas al sol. Las pupilas del
labrador visionaban y gravaban en su mente los esplendores del entorno, y se
preguntaba…¿es posible que la naturaleza nos ofrezca estas fastuosas
maravillas? La noche ya se avecinaba entre el cantar de los grillos, y soñaba
aquellas vivencias.
Era un día radiante
de sol…Dios mío!...Llegó a sus oídos una sonoridad enorme, como si de una
tormenta de granizo se tratara…Los campos se quedaron sin la luz del sol. ¿Qué
pasa? Este misterio le horrorizaba…De pronto, avistó una gran nube de insectos,
Era una plaga de langostas que devoraban los tallos de la mies. ¿Qué puedo
hacer yo ahora? Pensó rascándose el mentón…ya lo tengo! Dijo recordando un
hecho de cuando era niño y que nunca pudo desterrar de su mente.
Entre los matorrales
del campo una araña tejía su malla, era una trampa donde caían los insectos más
ingenuos, y con un hilo muy fino los envolvía hasta su muerte.
Pensó…voy a hablar
con la araña reina y no cejaré en mi empeño hasta que consiga hablar con ella.
Iba preguntando y preguntando… de pronto, una araña soldado le dijo ¿Qué desea
buen señor?...Quiero hablar con la reina, y le explicó el motivo por el que
venía a pedir auxilio. Desde su escondrijo la reina escuchaba la conversación y
preguntó al labrador en qué le podía ayudar…y le contó lo que había presenciado
de niño…Muy bien dijo la araña, pongámonos en acción y dio orden a todos sus
soldados para que avisaran a todas las arañas del reino: rojas, blancas,
negras, etc. y que esta noche, mientras duermen las langostas, tejeremos una
red que cubra todos los campos de mi reino, como así fue.
A la mañana siguiente
el labrador observaba, desde el amanecer, junto con la araña reina, la magnitud
de su obra. Vieron como se acercaban las langostas con mucha alegría, pensando
que iban a destruir la cosecha y a llenar bien sus estómagos, pero…nunca
pensaron que las arañas las iban a tender una trampa. Iban volando por entre
las luces del alba hasta llegar al sembrado. ¡Qué sorpresa se llevaron! Una
tras otra se fueron enredando en ese tejido bien entramado, quedando allí
presas por su ambición.
Las arañas quisieron
hacer justicia para que nunca más se repitiera el robo del esfuerzo y el
trabajo de ese buen labrador y…deshilvanando unos hilos de su cuerpo, apresaron
a todas las langostas, que acabaron sus días en la cárcel de las arañas.
¿Qué puedo hacer por
vosotras? Les preguntó el labrador. ¡Nada!... La justicia no se compra y
nosotras no la vendemos.
Así debería acabar el
que roba o destruye el esfuerzo de los demás.
JUAN GARCÍA INES
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