lunes, 4 de julio de 2016

LAS LANGOSTAS EL LABRADOR Y LAS ARAÑAS

LAS LANGOSTAS EL LABRADOR Y LAS ARAÑAS
Era un mes de Abril muy lluvioso donde la primavera fluía colores con todo su esplendor y donde lo verde prevalecía sobre el resto.
Por caminos embarrados caminaba el labrador con albarcas, que era el calzado en aquella época, le costaba despegarlas del suelo debido a lo arcilloso del terreno, pero su ilusión viajaba ya por los senderos de Mayo, donde era normal ver amaneceres de espigas muy hermosas ellas, con sus raspas erguidas al sol. Las pupilas del labrador visionaban y gravaban en su mente los esplendores del entorno, y se preguntaba…¿es posible que la naturaleza nos ofrezca estas fastuosas maravillas? La noche ya se avecinaba entre el cantar de los grillos, y soñaba aquellas vivencias.
Era un día radiante de sol…Dios mío!...Llegó a sus oídos una sonoridad enorme, como si de una tormenta de granizo se tratara…Los campos se quedaron sin la luz del sol. ¿Qué pasa? Este misterio le horrorizaba…De pronto, avistó una gran nube de insectos, Era una plaga de langostas que devoraban los tallos de la mies. ¿Qué puedo hacer yo ahora? Pensó rascándose el mentón…ya lo tengo! Dijo recordando un hecho de cuando era niño y que nunca pudo desterrar de su mente.
Entre los matorrales del campo una araña tejía su malla, era una trampa donde caían los insectos más ingenuos, y con un hilo muy fino los envolvía hasta su muerte.
Pensó…voy a hablar con la araña reina y no cejaré en mi empeño hasta que consiga hablar con ella. Iba preguntando y preguntando… de pronto, una araña soldado le dijo ¿Qué desea buen señor?...Quiero hablar con la reina, y le explicó el motivo por el que venía a pedir auxilio. Desde su escondrijo la reina escuchaba la conversación y preguntó al labrador en qué le podía ayudar…y le contó lo que había presenciado de niño…Muy bien dijo la araña, pongámonos en acción y dio orden a todos sus soldados para que avisaran a todas las arañas del reino: rojas, blancas, negras, etc. y que esta noche, mientras duermen las langostas, tejeremos una red que cubra todos los campos de mi reino, como así fue.
A la mañana siguiente el labrador observaba, desde el amanecer, junto con la araña reina, la magnitud de su obra. Vieron como se acercaban las langostas con mucha alegría, pensando que iban a destruir la cosecha y a llenar bien sus estómagos, pero…nunca pensaron que las arañas las iban a tender una trampa. Iban volando por entre las luces del alba hasta llegar al sembrado. ¡Qué sorpresa se llevaron! Una tras otra se fueron enredando en ese tejido bien entramado, quedando allí presas por su ambición.
Las arañas quisieron hacer justicia para que nunca más se repitiera el robo del esfuerzo y el trabajo de ese buen labrador y…deshilvanando unos hilos de su cuerpo, apresaron a todas las langostas, que acabaron sus días en la cárcel de las arañas.
¿Qué puedo hacer por vosotras? Les preguntó el labrador. ¡Nada!... La justicia no se compra y nosotras no la vendemos.
Moraleja:
Así debería acabar el que roba o destruye el esfuerzo de los demás.

                                                                                   JUAN GARCÍA INES

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