jueves, 17 de octubre de 2019

RECUERDOS CON PINCELADAS DE FICCIÓN


Recuerdos, CON PINCELADAS DE FICCIÓN   

Era un pueblo pequeño  de esa vieja castilla, eran años de la posguerra, de aquella  guerra de  1936.
Estos recuerdos lejanos  se refugiaban en una casona vieja, donde la construcción era un empalado con relleno de adobe tabiquero.
 Cuando el cierzo se ponía furioso junto con la lluvia, algún que otro adobe caía,  después…..  con trapos o puñados de heno seco se tapaba. Pero el frio se hacía sentir y para calentar la casa, ese niño se ponía el hacha al hombro y caminando, caminando hasta encontrar unos espinos.
 Cuando ellos divisaban esa herramienta temblaban y al sentir el corte lloraban y en su tristeza me decían….. no!, no nos cortes que pronto estaremos floridos y adornaremos el paisaje ...siiiii, pero en mi silencio les decía, tengo que cortaros, pues en mi cocina hace frio.
 En un hatillo y sobre hombro, a la casa, y la hoguera su destino, donde se cocían muchos sabores y se calentaban del frio.
En la pobreza, el calzado de aquella época eran albarcas o alpargatas si, si aquellas alpargatas de suela de goma roja, que antes de dar pasos ya se rompían y por donde se colaba el agua mojando los peales, si, si los peales que eran unos calcetines gruesos que hacían nuestras madres de  lana de oveja.
Allí, no habían grifos, el agua se llevaba con cubos y en ellos, muy silencioso se sentaba el hielo y se presentaba en forma de cristal, teniéndolo  que romper para poder lavar la cara.
También el tejado tenía alguna teja desplazada, la lluvia y los cubos hacían de orquesta, hasta el sueño se dormía con su sonido, que bien suena hoy,  pero ayer…!
La lluvia hacia a la primavera hermosa, al pueblo lo rodeaban todo tipo de arbustos con sus flores y donde los oídos se llenaban con el cantar de los pajarillos y los trigales, hay los trigales, a ellos los peinaban y los ondulaban  las caricias del viento.
En el folio se van despertando recuerdos casi olvidados: La calle, el campo, el colegio, los juegos, la iglesia.
Los Domingos jugábamos a todos los juegos habidos y por haber… Las campanas ya suenan, dicen los amigos…... que lata!!.  La misa, si aquella misa cantada que duraba más de dos horas, era obligación asistir y si no….castigo!!,  eso a la infancia le rompía los esquemas planeados, allí no se ganaba el cielo, aquello era   un calvario.
Y ahí no paraba la cosa, con la llegada de la tarde, otra vez las campanas….! Ahora, el rosario.
 El día se ha marchado, y a  los niños,   ilusión robada de jugar, pues hasta los sábados había colegio.
El colegio siiiii!!, un recuerdo para el recuerdo: Tenia cinco años lo tengo gravado, y es un referente en mi niñez, estaba jugando al pocillo con alubias y me dicen… hoy tienes que empezar el colegio!! Que rabia, con lo bien que lo estaba pasando. No era obligatorio hasta los seis años, pero mis padres pagaban al maestro con una fanega de trigo por todo un año.
 Y al cumplir los catorce años los que no teníamos medios, no podíamos seguir estudiando en el colegio, tocaba la universidad del campo y la calle.
A medida que iban pasando los años, las necesidades de la familia me hacían alternar colegio y  labranza.
Dios mío si solo era un niño!! sí no podía levantar el arado, cuando el surco se acababa, me observaban las raíces de las hierbas y cardos y se reían de mí y en sus silencios me decían  no dejes de venir que tú nos quieres mucho.
Y la calle  si, si la calle, calle de tierra y de barro y aun así después del cole jugábamos a escondernos, aquellos momentos son  momentos  muy apreciados con el paso de los años.
Cuando cierro los ojos me transporto a aquella época y la disfruto, es un tesoro poder retrotraerme  a mi infancia, hoy aun sigo soñando aquellos momentos, la ilusión brotaba a raudales.
Mi pensar es como el  timón del arado que para que salga recto el surco hay que tener siempre una referencia donde mirar y yo miro aquella infancia que aunque con muchas dificultades por la supervivencia hoy aquella ilusión es mi base, para abrir caminos a la esperanza.                                                                                    
                                                                                         


                                                                                                 JUAN GARCIA INES

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