un duende en la noche
Era una vez un niño que caminaba en su más tierna infancia con una
dentadura que se suelen llamar “dientes de leche o temporales” Un día, el
diente permanente que salía empujando le dijo al otro… vete de aquí que me
estorbas… lo que replicaba el diente antiguo, de eso nada yo soy más
antiguo que tú.
No le hacía nada de caso y empujaba y empujaba desde la parte baja de la
encía.
El diente de leche se esforzaba en quedarse pero llegó un momento en que ya
no podía más y enfadado si muy enfadado y agotado de aguantarse le dijo ….
Bueno, bueno, que ya me voy.
Con algo de dolor la encía le dijo a dios mi diente querido a dios, fuiste
el primero y el más querido pero ahora ha llegado el turno a otro.
Los dedos de aquel niño lo recogieron con cariño y sus ojos lo miraban
estupefactos al tenerlo en su mano
Una voz exclamo… haber si lo vas a perder cariño, guárdalo donde tú
quieras. Era la voz de sus padres.
El diente ya estaba libre y el niño se preguntaba… qué puedo hacer yo con
él …? Ah!! si ya lo tengo, lo pondré debajo de la almohada y dormiré con
él.
Pero el niño no sabía que por allí andaba el Ratoncito Pérez, un duende muy
silencioso y muy misterioso que aunque estuviese todo bien cerrado para él no
había ni paredes ni ventanas ni puertas y caminaba con mucha cautela era muy
experto en estos temas, llevaba muchos años en este que hacer.
Él esperaba a que el niño cerrara los ojos hasta llegar a un profundo
sueño. Él aprovechaba esos momentos para llevar a cabo su cometido, con unos
pasos muy sigilosos y con mucha astucia y encanto agarraba aquel preciado
tesorito blanco.
Siempre, siempre cometía esas acciones en la oscuridad, él odiaba la luz,
porque pensaba… igual me descubren y mi magia ya no sirve. Su respirar era muy
silencioso porque si así no fuera podría irse todo al garete.
Él buscaba y rebuscaba por todas las estancias y no encontraba nada,
pero en un momento mágico le llegó una
vocecita que solo él pudo escuchar, lo tiene debajo de la almohada, donde cree
que nadie se lo puede quitar, si, si está ahí… pero como se lo cojo…! Se decía
el Ratoncito Pérez y si se despierta… pero usando toda su habilidad y con
mucha delicadeza y sin que el sueño se
despertara sustrajo él diente.
Y antes de que llegara la luz del amanecer y con una inmensa alegría de
haber encontrado ese botín, él se sentía muy orgulloso, luego se marchó en
silencio, no sin antes dejar un regalo en formas de monedas debajo de la almohada.
En su huida el cielo le puso una nube y montado sobre ella iba desapareciendo
en la oscuridad y la luna puso su cara más oscura marcando el camino
allá, muy lejos donde tiene su lugar, su majestad la magia.
Al levantarse el niño/a fue a mirar el diente, sorpresa !!! al levantar la almohada. Vio que el
diente ya no estaba…! pero en cambio había unas monedas, que ilusión!! se dijo
el niño, pero también desilusión pues su diente había desaparecido ya no estaba
… ¿Quien lo ha hecho sin que yo lo sintiera…?
Él niño llamó a su Mama y a su Papa, Papa, mama esta noche me han quitado
el diente y me han dejado unas monedas !!!. Para los padres esa ingenuidad
infantil les llenaba de orgullo, para ti mi niño!! le dijo la
madre;
Deja que esta noche y para tu infancia sea un misterio, porque si este
enigma tu pensamiento resolviera, tu decepción estaría llorada y el Ratoncito
Pérez se enfadaría.
EL TIEMPO TE AYUDARA A ENTENDERLO .
JUAN GARCIA INES
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